La protección solar frente a los rayos ultravioleta del sol es un paso imprescindible antes de salir de casa, incluso si está nublado. La radiación ultravioleta (o rayos UV) está compuesta por tres tipos de radiaciones: los rayos UVA, los UVB y los UVC.
- UVA: una exposición prolongada puede dañar el tejido bajo la epidermis, cuya consecuencia principal es el envejecimiento prematuro. Además, una gran concentración contribuye a producir cáncer de piel.
- UVB: son los rayos que provocan las quemaduras solares y, a largo plazo, incluso alteraciones del material genético y las primeras fases del cáncer de piel.
- UVC: son los rayos más agresivos, pero afortunadamente, la capa de ozono los absorbe casi por completo.
Además de la radiación UV, hay una parte del espectro de la luz visible que también ha demostrado producir alteraciones de la piel. Se trata de la luz visible de alta energía (HEV) o luz azul: la luz azul directa del sol supone un riesgo muy elevado para la piel, contra el que debemos protegerla también. La luz azul natural representa alrededor del 50 % de la luz solar y penetra mucho más profundamente en la piel que los rayos UVA, que representan sólo el 5 % de la luz solar. Por ello, los científicos han calificado durante mucho tiempo esta luz como "potencialmente peligrosa". El equipo de investigación de NIVEA ha demostrado científicamente que la luz HEV genera estrés oxidativo, acelerando así el envejecimiento de la piel y aumentando la hiperpigmentación. El mismo estudio también ha verificado el efecto protector de ingredientes antioxidantes como el Licocalcón A, (presente en la gama Sensitive Antialergias y Protección Facial UV de NIVEA SUN).
Para que una crema solar proteja de forma fiable frente a los daños de todos estos tipos de rayos en nuestra piel, debe contener filtros UV de amplio espectro, que protejan frente a la acción de la radiación nociva, ya sea UVA, UVB o luz visible de alta energía.
Por su parte, el factor de protección solar (FPS o FP) representa el tiempo máximo que nuestra piel puede estar al sol sin quemarse por efecto de los rayos UVB. Este índice de protección solar, reflejado por un número en los protectores solares, indica el tiempo que se multiplica la protección natural de nuestra piel. La protección natural de la piel depende de su fototipo, esto es, la cantidad de melanina que tiene disponible nuestra piel para defenderse del sol. En fototipos más bajos, de piel más clara, y por tanto con menor cantidad de melanina disponible, la piel tiende a enrojecerse antes debido a la radiación solar que en fototipos de piel más oscura. Por tanto, si observamos que nuestra piel se enrojece a los 5 minutos, y utilizamos un FPS es de 30, significa que esos 5 minutos se multiplican por 30, por lo que ese tipo de piel podría estar 150 minutos expuesta al sol sin riesgo de quemarse. Una persona cuya piel no se enrojezca hasta los 10 minutos, podría estar 300 minutos con un FPS 30. Eso sí, es muy importante tener en cuenta que hay que reaplicar ese protector solar con frecuencia, pues el agua, el sudor y el roce con la toalla o con la ropa reducen la cantidad de filtros sobre la piel, y por tanto, la efectividad del protector solar. Y también es importante saber que una vez pasado ese tiempo, se debe dejar de exponer a nuestra piel a la radiación solar directa, aunque se haya reaplicado el producto adecuadamente.
En cuanto a la protección UVA, es importante observar que el protector solar elegido indique en el producto que lleva protección UVA + UVB, ya que esto asegura que también nos protege de la radiación UVA, cuya proporción fiable y recomendada para todos los protectores solares es de un tercio del número indicado en el protector solar frente a la radiación UVB. Cuando el producto indica en su envase que incluye protección frente a los dos tipos de radiación UVA y UVB, implica que cumple con esta proporción con los filtros solares que contiene.